Heinz Dieterich Steffan, El Siglo, diciembre de 1999
Frente a los desafíos del nuevo milenio, las élites políticas latinoamericanas carecen de un proyecto educativo propio. Al igual que en el campo económico y la democracia política, se encuentran desarmadas ante los proyectos del grupo G-7, que están destruyendo la identidad latinoamericana y las posibilidades científico-educativas del futuro.
La contrarreforma educativa del G-7 que el Banco Mundial impone en América Latina tiene una sola función: "modernizar" a los países latinoamericanos para su papel subordinado neocolonial en la nueva división internacional del trabajo.
Como proclama cínicamente el mismo Banco Mundial: la reforma educativa no es más que un complemento de la reforma económica neoliberal. Dentro del escenario de la batalla educativa hay tres actores principales: los centros del poder mundial, las élites empresariales y las fuerzas religiosas. Ninguno de esos sujetos políticos está facultado -ni mucho menos, legitimado- para determinar las coordenadas de la reforma educativa que el futuro de los países latinoamericanos exige. El grupo G-7 y sus tecnócratas del Banco Mundial no, porque su interés consiste en mantener las relaciones de explotación y dominación del Primer Mundo sobre América Latina. El empresariado tampoco, porque su orientación exclusivamente mercantilista causaría -como ya notó Adam Smith hace dos siglos- una degeneración de la cultura general en la nación.
Asimismo, el mundo social que crean -la empresa- es absolutamente vertical y antidemocrático y, por lo tanto, no puede servir como modelo de civismo a la juventud. Y lo mismo vale para las iglesias cristianas que no sólo promocionan ideologías totalitarias (la verdad absoluta), sino que actúan dentro de burocracias jerárquicas-autoritarias, sin mecanismos democráticos.
La centroizquierda latinoamericana tampoco tiene ningún paradigma democrático, científico y libertador para la educación en la Patria Grande. Como en la economía y política acepta que los intereses de los centros mundiales circulen por los carriles centrales del poder, mientras que los intereses de la Patria Grande se conduzcan por los carriles marginales.
¿Qué hacer ante esta situación? Cualquier proyecto educativo latinoamericano para el nuevo milenio tiene que partir de los intereses nacionales que, desde una concepción democrática, sólo pueden ser los intereses de las mayorías. Dado que los intereses nacionales, hoy día, sólo pueden defenderse a escala regional, todo proyecto educativo nacional tiene que partir de la identidad latinoamericana.
La identidad latinoamericana es, a su vez, la configuración del conjunto de condiciones subjetivas de la Patria Grande que distinguen este sujeto regional de los demás (Unión Europea, Estados Unidos, etc.) y que definen - junto con las condiciones objetivas- las posibilidades y límites de su evolución. El proyecto educativo es el medio que decide si este futuro se alcanza o malogra.
La contrarreforma del G-7 y Banco Mundial se basa en los intereses nacional- regionales de la Unión Europea y de Estados Unidos. Estos intereses son antidemocráticos y neocoloniales: quieren educar para dominar. Un proyecto latinoamericano, en cambio, tiene que educar para liberar. Son paradigmas antagónicos en una relación de dominación- liberación. Cuál de los dos se impone, decide el futuro de América Latina.
El proyecto educativo latinoamericano tiene que ser democrático, científico y patriótico. Democrático, porque en el siglo XXI no debe de haber estructuras y privilegios feudales en las instituciones públicas. Científico, porque sin ciencia no puede haber liberación: ni individual, ni colectiva. Y patriótico, porque fuera de la Patria Grande sólo existe el imperio del gran capital, sobre cuya labor cultural ya Adam Smith dijo todo lo que había de decir.
El fracaso económico se combina paradójicamente con el éxito ideológico y hasta cultural y es aquí donde el neoliberalismo dará su batalla más larga y encarnizada. Es así porque el pensamiento único se ha impuesto en gran escala y ha alcanzado la suprema efectividad a que puede aspirar una ideología de dominación: hacer que las víctimas piensen en los mismos términos que los victimarios.
Este éxito se ha obtenido de manera especial en algunos sensibles temas como la mercantilización de antiguos derechos obtenidos mediante luchas sociales prolongadas, como los derechos a la salud, la educación y la seguridad social, convertidos ahora por el neoliberalismo en bienes o servicios que deben ser comprados en el mercado y a los que se les aplica la lógica del lucro y la demanda solvente.
Se manifiesta también el éxito ideológico en la ruptura del equilibrio entre mercado y estado, ante el fuerte calado que ha adquirido la idea de asociar al estado a la ineficiencia y la corrupción, y al mercado a eficiencia e imparcialidad.
Y con no menos importancia, la creación de un verdadero “sentido común” de la época, caracterizado por la frivolidad, la banalidad y el egoismo alimentados por la globalización de las imágenes y mensajes difundidos en su gran mayoría desde Estados Unidos.
Existe hoy en el mundo un vasto proceso de colonización cultural que es más profundo y tenaz que los pobres resultados económicos del neoliberalismo.
No bastará conque los humanos nos liberemos del pensamiento económico neoliberal. Éste no estará derrotado del todo hasta que el “sentido común” de la época sea diferente y aún más, opuesto al de la “macdonalización”.
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